Un servofreno convencional está diseñado para aumentar la presión del pedal en un factor de 3 a 4. Para lograr esto, se hace un uso inteligente del vacío que se crea cuando el motor está en marcha.
Un diafragma divide el servofreno en dos cámaras: el lado del pedal y el lado del cilindro, como explican desde ACTronics. Ambas habitaciones tienen la misma presión negativa en reposo. Cuando se presiona el pedal del freno, el espacio en el lado del pedal se abrirá, permitiendo que fluya el aire exterior: se crea una sobrepresión.
Esta sobrepresión soporta tan bien la fuerza del pedal que la presión final del freno es de 3 a 4 veces mayor que con un sistema sin servofreno. Desafortunadamente, este tipo de servofreno, como indican desde ACTronics, tiene un gran inconveniente: el principio se basa completamente en el vacío de un motor de combustión en funcionamiento. Un motor eléctrico no crea un vacío.
Foto: Servofreno convencional basado en vacío versus servofreno electromecánico moderno
La electromecánica ofrece la solución
Para resolver este problema, se ha desarrollado una nueva generación de servofreno. Bosch lo llama iBooster, pero el término oficial es “refuerzo de freno electromecánico”.
Con este sistema, el pasador del cilindro maestro del freno todavía tiene una conexión directa con el pedal del freno, pero en este caso la fuerza del pedal es amplificada por un motor eléctrico con un ingenioso sistema de engranajes de marcha libre.
Como resultado, el servofreno ya no se ha convertido en un sistema estático, sino dinámico: el grado de asistencia puede, en teoría, ajustarse según la situación, hasta un soporte de no menos de 8 kN (¡más de 10 veces la presión del pedal!). El frenado autónomo también es posible. Este sistema ahora se puede encontrar en varios modelos de Tesla.