Con el decreto del estado de alarma quedaban perfectamente reflejados aquellos sectores que, por su importancia vital para la sociedad, eran declarados servicios esenciales. Negocios que, aunque como en el caso de los talleres con severas limitaciones, podrían seguir ejerciendo su actividad incluso en las peores horas de esta pandemia. Y es que en muchos casos de ello dependía que quienes cuidaban de todos pudieran seguir haciéndolo.
Qué curioso…
Los talleres garantizan la movilidad profesional y con ello el suministro de la gran distribución de alimentos y bienes de primera necesidad. Son también fundamentales para la libre circulación de las personas, siendo por ejemplo excepción permitida acudir al taller para reparar el vehículo en caso de ser necesario éste para el cuidado o el transporte de una persona dependiente. Todo, sin hablar de aquellos profesionales de diferentes ramas que precisaban de su vehículo para poder seguir acudiendo a su actividad laboral fundamental. Estas tres premisas eran las claves para que durante el estado de alarma los talleres fueran considerados servicios esenciales.
En el día a día, hay otras muchas, siendo la seguridad y el cuidado del medioambiente dos de las más evidentes.
Así, más allá de que el nuestro sea un mercado que aporta al PIB español más de 14.000 millones de euros cada año, con varias decenas de miles de empleos dependientes de forma directa del taller -sin contar distribuidores, fabricantes y otras empresas proveedoras-, por todos los valores y derechos que garantizamos ha quedado perfectamente demostrado que el nuestro es un servicio esencial para el conjunto de la sociedad.
Si había alguna duda, ya no hay ninguna.
Convendría que por tanto a partir de ahora se nos tratara como tal. El IVA reducido que el sector lleva años reclamando podría ser una buena manera de empezar a dotar de coherencia esa función que ahora ha quedado perfectamente reconocida.
Y sería un buen punto de partida, pero no es lo único que puede hacerse.
A partir de ahí tampoco estaría mal que se dejaran de lanzar mensajes que nos perjudican gravemente –aún me perturban las declaraciones de la ministra Ribera en relación al diésel-, que se fomentara desde las Administraciones el mantenimiento responsable de los vehículos y que se nos hiciera caso de una maldita vez en la lucha contra una competencia desleal que ahora, en una situación de crisis, volverá a hacernos más daño que nunca.
Los talleres no sólo son grandes contribuyentes -en lo relativo a los impuestos de todo tipo-, también son garantes fundamentales de la libertad y la seguridad de todos los ciudadanos.
Seamos conscientes, enarbolemos la bandera y pidamos que se nos respete. Somos esenciales.