La compañía especialista en soluciones de seguridad TÜV SÜD estima que, para el año 2030, trece millones de vehículos estarán altamente automatizados y en 2040, 33 millones de coches autónomos se venderán en todo el mundo, mejorando así el flujo de tráfico y la seguridad. Pero no es oro todo lo que reluce. Y es que el aumento de interfaces de comunicación vulnera la eficacia de los vehículos autónomos. Por lo que este tipo de vehículos puede suponer un foco de posibles alertas de ciberseguridad.
Durante su intervención en el IAA 2019, la empresa ha explicado cómo reducir los riesgos en esta clase de automóviles, explicando sus soluciones y todos los métodos de prueba que están desarrollando, desde el análisis de deficiencias y la evaluación de ciberseguridad, hasta el seguimiento continuo de riesgos y participación en proyectos globales.
A pesar de que el desarrollo de vehículos autónomos permitirá salvar vidas en la carretera y mejorar la seguridad, para esta empresa, su complejidad y conectividad harán que sean más vulnerables a los ataques de los piratas informáticos. Así, todo el proceso informático que requiere el coche autónomo es susceptible de padecer ataques o virus que manipulen las órdenes impuestas en el vehículo.
De esta forma, se pueden dar situaciones de riesgo para el resto de vehículos que circulan por las carreteras y para los peatones. Es por esta razón por la que TÜV SÜD está firmemente comprometida con el desarrollo de la conducción automatizada. Más concretamente, con la certificación de la seguridad de todos los procesos del diseño, desde la homologación hasta los escenarios de prueba.
Las consecuencias de un ataque cibernético a un vehículo autónomo comienzan en el robo de datos personales o daños a la marca y acaban en un fallo en las funciones de la conducción, o un accidente que pueda conllevar lesiones graves.
Asimismo, los vehículos autónomos deberán convivir con los automóviles manejados por personas, lo cual pondrá en duda la culpabilidad en caso de choque o accidente.